sábado, 20 de octubre de 2007

DICCIONARIO DEL DIABLO

AMBROSE BIERCE

A
Abandonado, s. y adj. El que no tiene favores que otorgar. Desprovisto
de fortuna. Amigo de la verdad y el sentido común.
Abdicación, s. Acto mediante el cual un soberano demuestra percibir
la alta temperatura del trono.
Abdomen, s. Templo del dios Estómago, al que rinden culto y
sacrificio todos los hombres auténticos. Las mujeres sólo prestan a esta
antigua fe un sentimiento vacilante. A veces ofician en su altar, de
modo tibio e ineficaz, pero sin veneración real por la única deidad que
los hombres verdaderamente adoran. Si la mujer manejara a su gusto el
mercado mundial, nuestra especie se volvería graminívora.
Aborígenes, s. Seres de escaso mérito que entorpecen el suelo de
un país recién descubierto. Pronto dejan de entorpecer; entonces, fertilizan.
Abrupto, adj. Repentino, sin ceremonia, como la llegada de un
cañonazo y la partida del soldado a quien está dirigido. El doctor Samuel
Johnson, refiriéndose a las ideas de otro autor, dijo hermosamente
que estaban “concatenadas sin abrupción”.
Absoluto, adj. Independiente, irresponsable. Una monarquía absoluta
es aquella en que el soberano hace lo que le place, siempre que
él plazca a los asesinos. No quedan muchas: la mayoría han sido reemplazadas
por monarquías limitadas, donde el poder del soberano para
hacer el mal (y el bien) está muy restringido; o por repúblicas, donde
gobierna el azar.Abstemio, s. Persona de carácter débil, que cede a la tentación de
negarse un placer. Abstemio total es el que se abstiene de todo, menos
de la abstención; en especial, se abstiene de no meterse en los asuntos
ajenos.
Absurdo, s. Declaración de fe en manifiesta contradicción con
nuestra opiniones. Adj. Cada uno de los reproches que se hacen a este
excelente diccionario.
Aburrido, Adj. Dícese del que habla cuando uno quiere que escuche.
Academia, s. Escuela antigua donde se enseñaba moral y filosofía.
Escuela moderna donde se enseña el fútbol.
Accidente, s. Acontecimiento inevitable debido a la acción de leyes
naturales inmutables.
Acéfalo, adj. Lo que se encuentra en la sorprendente condición
de aquel cruzado que, distraído, tironeó de un mechón de sus cabellos,
varias horas después de que una cimitarra sarracena, sin que él lo advirtiera,
le rebanara el cuello, según cuenta Joinville.
Acorde, s. Armonía.
Acordeón, s. Instrumento en armonía con los sentimientos de un
asesino.
Acreedor, s. Miembro de una tribu de salvajes que viven más allá
del estrecho de las Finanzas; son muy temidos por sus devastadoras
incursiones.
Acusar, v.t. Afirmar la culpa o indignidad de otro; generalmente,
para justificarnos por haberle causado algún daño.
Adagio, s. Sabiduría deshuesada para dentaduras débiles.
Adherente, s. Secuaz que todavía no ha obtenido lo que espera.
Adivinación, s. Arte de desentrañar lo oculto. Hay tantas clases
de adivinación como variedades fructíferas del pelma florido y del
bobo precoz.
Administración, s. En política, ingeniosa abstracción destinada a
recibir las bofetadas o puntapiés que merecen el primer ministro o el
presidente. Hombre de paja a prueba de huevos podridos y rechiflas.
Admiración, s. Reconocimiento cortés de la semejanza entre otro
y uno mismo.
Admitir, v. t. Confesar. Admitir los defectos ajenos es el deber
más alto que nos impone el amor de la verdad.
Admonición, s. Reproche suave o advertencia amistosa que suele
acompañarse blandiendo un hacha de carnicero.
Adoración, s. Testimonio que da el Homo Creator de la sólida
construcción y elegante acabado del Deus Creatus. Forma popular de la
abyección que contiene un elemento de orgullo.
Adorar, v t. Venerar de modo expectante.
Aflicción, s. Proceso de aclimatación que prepara el alma para
otro mundo más duro.Aforismo, s. Sabiduría predigerida.
Africano, s. Negro que vota por nuestro partido.
Agitador, s. Estadista que sacude los frutales del vecino... para
desalojar a los gusanos.
Agua de arroz, s. Bebida mística usada secretamente por nuestros
novelistas y poetas más populares para regularizar la imaginación
y narcotizar la conciencia. Se la considera rica en obtusita y letargina y
debe ser preparada en una noche de niebla por una bruja gorda de la
Ciénaga Lúgubre.
Aire, s. Sustancia nutritiva con que la generosa Providencia engorda
a los pobres.
Alá, s. El Supremo Ser Mahometano por oposición al Supremo
Ser Cristiano, Judío, etc.
Alba, s. Momento en que los hombres razonables se van a la cama.
Algunos ancianos prefieren levantarse a esa hora, darse una ducha
fría, realizar una larga caminata con el estómago vacío y mortificar su
carne de otros modos parecidos. Después orgullosamente atribuyen a
esas prácticas su robusta salud y su longevidad; cuando lo cierto es que
son viejos y vigorosos no a causa de sus costumbres sino a pesar de
ellas. Si las personas robustas son las únicas que siguen esta norma es
porque las demás murieron al ensayarla.
Alianza, s. En política internacional la unión de dos ladrones cada
uno de los cuales ha metido tanto la mano en el bolsillo del otro que
no pueden separarse para robar a un tercero.
Alma, s. Entidad espiritual que ha provocado recias controversias.
Platón sostenía que las almas que en una existencia previa (anterior
a Atenas) habían vislumbrado mejor la verdad eterna, encarnaban
en filósofos. Platón era filósofo. Las almas que no habían contemplado
esa verdad animaban los cuerpos de usurpadores y déspotas. Dionisio
I, que amenazaba con decapitar al sesudo filósofo, era un usurpador y
un déspota. Platón, por cierto, no fue el primero en construir un sistema
filosófico que pudiera citarse contra sus enemigos; tampoco fue el
último.
“En lo que atañe a la naturaleza del alma” dice el renombrado
autor de Diversiones Sanctorum, “nada ha sido tan debatido como el
lugar que ocupa en el cuerpo. Mi propia opinión es que el alma asienta
en el abdomen, y esto nos permite discernir e interpretar una verdad
hasta ahora ininteligible, a saber: que el glotón es el más devoto de los
hombres. De él dicen las Escrituras que «hace un dios de su estómago
». ¿Cómo entonces no habría de ser piadoso, si la Divinidad lo
acompaña siempre para corroborar su fe? ¿Quién podría conocer tan
bien como él el poder y la majestad a que sirve de santuario? Verdadera
y sobriamente el alma y el estómago son una Divina Entidad; y tal
fue la creencia de Promasius, quien, no obstante, erró al negarle inmortalidad.
Había observado que su sustancia visible y material se
corrompía con el resto del cuerpo después de la muerte, pero de su
esencia inmaterial no sabía nada. Esta es lo que llamamos el Apetito,
que sobrevive al naufragio y el hedor de la mortalidad, para ser recompensado
o castigado en otro mundo, según lo haya exigido en éste. El
Apetito que groseramente ha reclamado los insalubres alimentos del
mercado popular y del refectorio público, será arrojado al hambre
eterno, mientras aquel que firme, pero cortésmente, insistió en comer
caviar, tortuga, anchoas, paté de foi gras y otros comestibles cristianos,
clavará su diente espiritual en las almas de esos manjares, por siempre
jamás, y saciará su divina sed en las partes inmortales de los vinos más
raros y exquisitos que se hayan escanciado aquí abajo. Tal es mi fe
religiosa, aunque lamento confesar que ni Su Santidad el Papa, ni suEminencia el Arzobispo de Canterbury (a quienes imparcial y profundamente
reverencio) me permiten propagarla”.
Almirante, s. Parte de un buque de guerra que se encarga de hablar,
mientras el mascarón de proa se encarga de pensar.
Altar, s. Sitio donde antiguamente el sacerdote arrancaba, con fines
adivinatorios, el intestino de la víctima sacrificial y cocinaba su
carne para los dioses. En la actualidad, el término se usa raramente,
salvo para aludir al sacrificio de su tranquilidad y su libertad que realizan
dos tontos de sexo opuesto.
Ambición, s. Deseo obsesivo de ser calumniado por los enemigos
en vida, y ridiculizado por los amigos después de la muerte.
Ambidextro, adj. Capaz de robar con igual habilidad un bolsillo
derecho que uno izquierdo.
Amistad, s. Barco lo bastante grande como para llevar a dos con
buen tiempo, pero a uno solo en caso de tormenta.
Amnistía, s. Magnanimidad del Estado para con aquellos delincuentes
a los que costaría demasiado castigar.
Amor, s. Insania temporaria curable mediante el matrimonio, o
alejando al paciente de las influencias bajo las cuales ha contraído el
mal. Esta enfermedad, como las caries y muchas otras, sólo se expande
entre las razas civilizadas que viven en condiciones artificiales; las
naciones bárbaras, que respiran el aire puro y comen alimentos sencillos,
son inmunes a su devastación. A veces es fatal, aunque más frecuentemente
para el médico que para el enfermo.
Ancianidad, s. Epoca de la vida en que transigimos con los vicios
que aún amamos, repudiando los que ya no tenemos la audacia de
practicar.
Anécdota, s. Relato generalmente falso. La veracidad de las
anécdotas que siguen, sin embargo, no ha sido exitosamente objetada:
Una noche el señor Rudolph Block, de Nueva York, se encontró sentado
en una cena junto al distinguido crítico Percival Pollard.
Señor Pollard —dijo—, mi libro Biografía de una Vaca Muerta,
se ha publicado anónimamente, pero usted no puede ignorar quién es el
autor. Sin embargo, al comentarlo, dice usted que es la obra del Idiota
del Siglo. ¿Le parece una crítica justa?
—Lo siento mucho, señor —respondió amablemente el critico—,
pero no pensé que usted deseara realmente conservar el anonimato.
El señor W.C. Morrow, que solía vivir en San José, California,
acostumbraba escribir cuentos de fantasmas que daban al lector la
sensación de que un tropel de lagartijas, recién salidas del hielo, le
corrían por la espalda y se le escondían entre los cabellos. En esa época,
se creía que merodeaba por San José el alma en pena de un famoso
bandido llamado Vásquez, a quien ahorcaron allí. El pueblo no estaba
muy bien iluminado y de noche la gente salía lo menos posible de su
casa. Una noche particularmente oscura, dos caballeros caminaban por
el sitio más solitario dentro del ejido, hablando en voz baja para darse
coraje, cuando se tropezaron con el señor J.J. Owen, conocido periodista:—¡
Caramba Owen! —dijo uno—. ¿Qué le trae por aquí en una
noche como ésta? ¿No me dijo que este era uno de los sitios preferidos
por el ánima de Vásquez? ¿No tiene miedo de estar afuera?
—Mi querido amigo —respondió el periodista con voz lúgubre—
tengo miedo de estar adentro. Llevo en el bolsillo una de las novelas de
Will Morrow y no me atrevo a acercarme donde haya luz suficiente
para leerla.
El general H.H. Wolherspoon, director de la Escuela de Guerra
del Ejército, tiene como mascota un babuino, animal de extraordinaria inteligencia aunque nada hermoso. Al volver una noche a su casa el
general descubrió con sorpresa y dolor que Adán (así se llamaba el
mono, pues el general era darwinista) lo aguardaba sentado ostentando
su mejor chaquetilla de gala.
—¡Maldito antepasado! —tronó el gran estratega— ¿Qué haces
levantado después del toque de queda? ¡Y con mi uniforme! Adán se
incorporó con una mirada de reproche, se puso en cuatro patas, atravesó
el cuarto en dirección a una mesa y volvió con una tarjeta de visita:
el general Barry había estado allí y a juzgar por una botella de champán
vacía y varias colillas de cigarros, había sido amablemente atendido
mientras esperaba. El general presentó excusas a su fiel progenitor y
se fue a dormir. Al día siguiente se encontró con el general Barry,
quien le dijo:—Oye viejo, anoche al separarme de ti olvide preguntarte
por esos excelentes cigarros. ¿Dónde los consigues?
El general Wotherspoon sin dignarse responder se marchó.
—Perdona por favor —gritó Barry corriendo tras él—Bromeaba
por supuesto. Anda, si no había pasado quince minutos en tu casa y ya
me di cuenta que no eras tú.
Anormal, adj. Que no responde a la norma. En cuestiones de
pensamiento y conducta ser independiente es ser anormal y ser anormal
es ser detestado. En consecuencia, el autor aconseja parecerse más
al Hombre Medio que a uno mismo. Quien lo consiga obtendrá la paz,
la perspectiva de la muerte y la esperanza del Infierno.
Antiamericano, adj. Perverso, intolerable, pagano.
Antipatía, s. Sentimiento que nos inspira el amigo de un amigo.
Año, s. Período de trescientos sesenta y cinco desengaños.
Apelar, v. i. En lenguaje forense, volver a poner los dados en el
cubilete para un nuevo tiro.
Apetito, s. Instinto previsoramente implantado por la Providencia
como solución al problema laboral.
Aplauso, s. El eco de una tontería. Monedas con que el populacho
recompensa a quienes lo hacen reír y lo devoran.
Apóstata, s. Sanguijuela que tras penetrar en el caparazón de una
tortuga y descubrir que hace mucho que está muerta, juzga oportuno
adherirse a una nueva tortuga.
Arado, s. Implemento que pide a gritos manos acostumbradas a
la pluma.
Árbol, s. Vegetal alto, creado por la naturaleza para servir de aparato
punitivo, aunque por deficiente aplicación de la justicia la mayoría
de los árboles sólo exhiben frutos despreciables, o ninguno. Cuando
está cargado de su fruta natural, el árbol es un benéfico agente de la
civilización y un importante factor de moralidad pública. En el severo
Oeste y en el sensitivo Sur de Estados Unidos, su fruta (blanca y negra
respectivamente) satisface el gusto público, aunque no se coma, y
contribuye al bienestar general, aunque no se exporte. La legítima
relación entre árbol y justicia no fue descubierta por el juez Lynch
(quien, a decir verdad, no lo consideraba preferible al farol o la viga
del puente), como lo prueba este pasaje de Morryster, quien vivió dos
siglos antes:
Encontrándome en ese país, fui llevado a ver el árbol Ghogo, del
que mucho oyera hablar; pero como yo dijese que no observaba en él
nada notable, el jefe de la aldea en que crecía me respondió de este
modo:—En este momento el árbol no da fruta, pero cuando esté en
sazón, veréis colgar de sus ramas a todos los que han ofendido a Su
Majestad el Rey.
Asimismo me explicaron que la palabra “Ghogo” significaba en
su lengua lo mismo que “bandido” en la nuestra. (Viaje por Oriente.) Ardor, s. Cualidad que distingue al amor inexperto.
Arena, s. En política, ratonera imaginaria donde el estadista lucha
con su pasado.
Aristocracia, s. Gobierno de los mejores. (En este sentido la palabra
es obsoleta, lo mismo que esa clase de gobierno). Gentes que
usan sombreros de copa y camisas limpias, culpables de educación y
sospechosos de cuenta bancaria.
Armadura, s. Vestimenta que usa un hombre cuyo sastre es un
herrero.
Arquitecto, s. El que traza los planos de nuestra casa y planea el
destrozo de nuestras finanzas.
Arrepentimiento, s. Fiel servidor y secuaz del Castigo. Suele
traducirse en una actitud de enmienda que no es incompatible con la
continuidad del pecado.
Arruinar, v. t. Destruir. Específicamente, destruir la creencia de
una doncella en la virtud de las doncellas.
Arsénico, s. Especie de cosmético a que son afectas las mujeres y
que, a su vez, las afecta grandemente.
Arzobispo, s. Dignatario eclesiástico un punto más santo que un
obispo.
Asilo, s. Todo lo que asegura protección a alguien en peligro:
Moisés y Josué establecieron seis ciudades de asilo —Beze, Golan,
Ramoth, Kadesh, Schekem y Hebrón— donde el homicida involuntario
podía refugiarse al ser perseguido por los familiares de la víctima. Este admirable recurso proveía al matador de un saludable ejercicio, sin
privar a los deudos de los placeres de la caza; así, el alma del muerto
era debidamente honrada con prácticas similares a los juegos fúnebres
de la primitiva Grecia.
Asno, s. Cantante público de buena voz y mal oído. En Virginia
City, Nevada, le llaman el Canario de Washoe; en Dakota, el Senador;
y en todas partes, el Burro. Este animal ha sido amplia y diversamente
celebrado en la literatura, el arte y la religión de todas las épocas y
pueblos; nadie inflama la imaginación humana como este noble vertebrado.
En realidad, algunos (Ramasilus, lib II, de Clem., y C. Stantatus
de Temperamente) sospechan si no es un dios; y como tal sabemos que
fue adorado por los etruscos y, si hemos de creer a Macrobius, también
por los eupasios. De los únicos dos animales admitidos en el Paraíso
Mahometano junto con las almas de los hombres, uno es la burra de
Balaam, otro el perro de los Siete Durmientes. Esta es una distinción
muy grande. Con lo que se ha escrito sobre esta bestia, podría compilarse
una biblioteca de gran esplendor y magnitud, que rivalizara con la
del culto shakespeariano y la literatura bíblica. En términos generales
puede decirse que toda la literatura es más o menos asinina.
Astucia, s. Cualidad que distingue a un animal o persona débil de
otro fuerte. Acarrea a su poseedor gran satisfacción intelectual, y gran
adversidad material. Un proverbio italiano dice: “EI peletero consigue
más pieles de zorro que de burro”.
Audacia, s. Una de las cualidades más evidentes del hombre que
no corre peligro.
Ausente, adj. Singularmente expuesto a la mordedura de la calumnia;
vilipendiado; irremediablemente equivocado; sustituido en la
consideración y el afecto de los demás. Ausentista, adj. Dícese del propietario lo bastante precavido para
alejarse del territorio de sus exacciones.
Australia, s. País situado en los Mares del Sur, cuyo desarrollo
industrial y comercial, se ha visto increíblemente demorado por una
funesta disputa entre geógrafos sobre si es un continente o una isla.
Autoestima, s. Evaluación errónea.
Autoevidente, s. Evidente para uno mismo y para nadie mas.
Averno, s. Lago por el cual los antiguos entraban en las regiones
infernales. El erudito Marcus Ansello Scrutator sostiene que de ahí
deriva el rito cristiano del bautismo por inmersión. Lactancio, sin embargo,
ha demostrado que esto es un error.
Avestruz, s. Ave de gran tamaño, a quien la naturaleza (sin duda
en castigo de sus pecados) negó ese dedo posterior en el que tantos
naturalistas piadosos han visto una prueba manifiesta de un planeamiento
divino. La ausencia de alas que funcionen no es un defecto,
porque, como se ha señalado ingeniosamente, el avestruz no vuela.
Ayer, s. Infancia de la juventud, juventud de la madurez, el pasado
entero de la ancianidad.

3 comentarios:

vodca barata dijo...

oioi!

bienvenido! :)

n€n∂ h€rMø§∂ dijo...

Hola, pasando a dejarte saludos!

Ramiro dijo...

grande Ambrose ¡¡¡¡, un grande de verdad¡¡¡¡

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